Es común, pero no debe volverse un hábito. Un punto de equilibrio es lo ideal. Comer en respuesta ante una situación de tristeza, ansiedad o estrés funciona como una forma de afrontar esos estados, no por la real necesidad fisiológica que genera el hambre. Se trata de aliviar un malestar emocional mediante una vía rápida.

Cuando la sensación de satisfacción pasa, probablemente el malestar regresará y hasta con más puntos negativos porque estará acompañado de la culpa de haber comido en exceso. Por lo general, se eligen alimentos dulces para mitigar la situación. Eso es porque el efecto euforizante y energizante que produce el azúcar eleva dos sustancias que el organismo identifica como beneficiosas: la dopamina y la serotonina.

Esos neurotransmisores se asocian con la recompensa y el bienestar. La calma y el confort llegan con el aumento en los niveles de estas sustancias, pero momentáneamente. 

“Realmente es un espejismo porque esa subida de energía por la glucosa que se libera al torrente sanguíneo es rápidamente regulada por el páncreas y nos provoca un ‘bajón’ por el que solemos tomar más dulce, generando un círculo vicioso”, resalta Javier García Campayo, psiquiatra en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza.

Los alimentos que se conocen como "comida consuelo", los que tienen azúcares, grasas y carbohidratos simples provocan el pico de placer. Una vez que el efecto bioquímico desaparece, la emoción negativa suele regresar. Esto puede crear un círculo vicioso; es el hambre emocional.

"Necesito comer ya" es la sensación. El impulso lleva a buscar el alimento, y no un pensamiento razonable. Hasta ahí el episodio no conlleva peligro alguno. ¿Quién no relató alguna vez una vivencia como esta? Hasta se lo hace con tono bromista, pero si se vuelve crónico puede ser un indicador de ansiedad, depresión u otros problemas de salud mental que requieren atención profesional.

Por eso no basta con solo contrarrestar lo que puede estar convirtiéndose en un hábito con la alimentación saludable por sí sola, no sustituye el tratamiento psicológico o médico, pero sí puede ayudar a mejorar el estado de ánimo.

Si el patrón de conducta se vuelve habitual hay que mejorar la relación con la comida en esas situaciones críticas. Entre las alternativas está el hablar, hacer ejercicio y prácticas como mindful eating, una actividad que puede resumir la efectividad de algunas pautas. 

La alimentación consciente que propone esa práctica es una de las herramientas más estudiadas para reducir los episodios de atracones y el comer impulsivo. Consiste en prestar atención plena al proceso de comer, utilizando todos los sentidos y sin juicios.

Se puede diferenciar algunos aspectos:
- Antes de comer, hay que detenerse y preguntarse: "¿Tengo hambre física o es un impulso emocional?" Las señales físicas como sentir el estómago vacío o sus ruidos, en lugar de un antojo repentino de un alimento específico.

- Hay que eliminar las distracciones como el uso del celular o la televisión). Saborear, oler y masticar cada bocado lentamente. Esto permite que el cuerpo tenga tiempo para enviar la señal de saciedad al cerebro, evitando el exceso.

- Los cinco sentidos deben estar al servicio al comer. El color y la textura de la comida, escuchar el sonido al masticar, ayuda a estar en el momento presente en lugar de usar la comida para evadir el sentimiento de tristeza.

Antes de ir a un profesional

La ciencia sugiere que la mejor manera de romper el ciclo es reemplazar el acto de comer por una acción que también regule la emoción, pero que no sea dañina. La actividad física (incluso una caminata corta de 10 minutos) es un potente reductor del estrés y mejora el estado de ánimo, ya que libera endorfinas. 

Las relaciones sociales también pueden ser la solución. Hablar con un amigo o familiar. Entre las actividades distractivas están las que requieren atención manual o mental, como leer, pintar, escuchar música, o hacer rompecabezas. Esto desvía el foco de la urgencia del antojo.

La falta de sueño también puede generar complicaciones para solucionar el problema de comer cuando la tristeza aparece. No dormir aumenta la grelina (hormona del hambre) y reducir la leptina (hormona de la saciedad), lo que intensifica los antojos de carbohidratos. Dormir bien ayuda a regular las hormonas del apetito.